La historia del hombre y sus experiencias con el sol han sufrido grandes cambios a lo largo de la historia, iniciando desde la adoración al sol por parte de civilizaciones como la del Antiguo Egipto (Ra) y de Centro y Sur América, hasta muchas de las culturas del lejano Oriente e incluso la cultura occidental cristiana, que prohibía la exposición al sol del cuerpo por considerarla inmoral.
La aplicación de la Helioterapia en la América precolombina y desde hace muchos años en la época de los Antiguos Mayas, ya era muy conocida y ya se servían de ella para auxiliar a todas las personas que estaban enfermas y que aplicada incluso junto con diferentes hierbas, además de los rayos solares, sentían una gran mejoría y recobraban su energía.
Ahora que resurgen estas terapias y conocimientos durante tanto tiempo olvidados, aprovechemos lo que se ha rescatado y usémoslos para nuestro beneficio.
La helioterapia es la parte de la medicina que utiliza los rayos solares para lograr efectos beneficiosos o curativos sobre el organismo.
Se usa con extractos de plantas para un mejor resultado. Esta terapia debe usarse bajo un estricto control médico, ya que un mal uso o el exceso de la exposición en el sol a los rayos ultravioleta, podría causar severos daños a la piel y al hígado.
Como ya lo hemos mencionado anteriormente, durante siglos y en casi todas las culturas conocidas, la exposición al sol, la cual era evidenciada por el color moreno de la piel, se aplicaba a las clases sociales más bajas, las que pasaban gran parte de su vida a la intemperie, trabajando y viviendo.
La élite o clases ricas, tenían la piel más bien blanca (a veces rosada) o morena clara, pues evadían por todos los medios la exposición a los rayos del Sol ayudándose con los vestidos y las sombrillas. Fue hasta el principio del siglo XIX cuando se empezaron a reconocer las propiedades terapéuticas de los rayos solares, iniciando con los baños de Sol como terapia para una amplia gama de enfermedades, el cual era complementado con la terapia del aire a nivel del mar o de las montañas.
En este momento en que reconocemos los beneficios de los baños solares, también conocemos sus efectos negativos y perjudiciales, por lo que aconsejamos tomar todas las medidas necesarias para gozar de sus beneficios, reduciendo al mismo tiempo los efectos dañinos como la deshidratación y el envejecimiento prematuro de la piel y el desarrollo de diversas formas de cáncer cutáneo. El riesgo de padecer estas formas de cáncer se ha incrementado en los últimos tiempos, básicamente a causa del debilitamiento de la capa de ozono, (debemos concientizarnos más) por lo que necesitamos protegernos más y mejor.
La helioterapia es la parte de la medicina que utiliza los rayos solares para lograr efectos beneficiosos o curativos sobre el organismo. La luz solar está constituida por radiaciones de distinta longitud de onda, con distintas capacidades energéticas, lo cual se puede observar en sus variados reflejos cuando se estos se hacen incidir sobre un cristal tallado o cuando se contempla el arco iris.
La gama de colores que se observa y que va del rojo al violeta, forman el espectro visible de la luz solar. Pero también existen radiaciones que no vemos, con longitudes de onda situadas abajo del color rojo (infrarrojas), o arriba del color violeta, (ultravioletas) aunque también existen otros tipos de radiación emitidos por el Sol que se absorben o dispersan con el paso de los rayos solares por la atmósfera. En el caso de las radiaciones infrarrojas, son estas las que producen el efecto térmico del Sol. Las que producen el aumento en la pigmentación, son las ultravioletas.
Aun cuando el tema sobre las radiaciones solares son tomadas con todas las precauciones en estos tiempos, la helioterapia continua siendo una terapia excelente aun con indicaciones especiales en su aplicación, debido a que los beneficiosos efectos del sol sobre la salud son indiscutibles y totalmente recomendables, ya que los efectos que la radiación solar tiene sobre nuestro organismo son directos sobre la piel con la consecuente repercusión de forma general sobre el metabolismo, las funciones orgánicas y las físicas.
La Helioterapia, como se mencionó en antecedentes, ha sido utilizada por el hombre desde la más remota antigüedad. Sus efectos benéficos son ya conocidos y se usa normalmente en Medicina para tratar diferentes tipos de enfermedades, reconociendo así sus sorprendentes efectos por los expertos en el campo de la medicina y la salud. Desde la antigüedad se han observado los benignos efectos del Sol para curar los abscesos cutáneos o para favorecer la cicatrización de las heridas, al disminuir el tiempo necesario para su total curación.
Esta es la forma más efectiva de sistematizar la curación a través de los rayos del sol. Se pueden llevar a cabo en distintas regiones, desde el mar hasta la montaña, y en algunas ocasiones se diferencian de acuerdo a la estación del año, ya que por lógica, no es lo mismo aplicarlas en invierno que en verano. La aplicación tradicional de la Helioterapia, es la exposición progresiva del cuerpo a los rayos del sol durante varias sesiones controladas con tiempo y en diferentes formas.
Las aplicaciones se pueden iniciar en las primeras sesiones preferentemente por cortos períodos de tiempo, aumentando estos de forma progresiva y exponiendo, por ejemplo, primero la espalda durante la mitad del tiempo y el frente durante la parte complementaria, (de diez minutos a media hora) de tal forma que la superficie del cuerpo expuesta al sol, sea cada día más grande, hasta abarcar al final del tratamiento, si fuera necesario, toda la superficie corporal.
La helioterapia aplicada de acuerdo al clima de las costas, se regula gracias a la acción neutralizante del mar. Esto se debe a que las diferentes temperaturas tienen menos oscilaciones y son más constantes, la humedad es muy alta y las radiaciones solares son abundantes en radiaciones ultravioleta, debido a la intensa luminosidad y a la propagación de la luz. Estas condiciones provocan que la cura por helioterapia a nivel del mar, sea el mejor método para tratar las enfermedades relacionadas con la piel. La psoriasis, el eczema atópico o la dermatitis atópica mejoran notablemente en los síntomas de sequedad cutánea, pigmentación, descamación y prurito.
En el caso de las lesiones ulceradas, las heridas con mala cicatrización, las cicatrices en sí y los estados de convalecencia de diferentes enfermedades, normalmente mejoran más rápidamente con las sesiones de helioterapia a nivel del mar. Contra el raquitismo y la osteomalacia que se presentan durante la infancia, se pueden tratar de forma preventiva, con una exposición razonable a las radiaciones solares en los ambientes marinos. Los rayos solares son imprescindibles en la producción de vitamina D, la cual ingerimos con muchos alimentos vegetales, ya que es indispensable para la calcificación de los huesos y para lograr un correcto metabolismo del calcio y del fósforo en el organismo. La falta de vitamina D, que produce el raquitismo, (enfermedad en que los huesos largos se curvan debido a que no soportan el peso del cuerpo, especialmente en niños y jóvenes en edad de crecimiento) se debe combatir ingiriéndola en cualquiera de sus formas pero, además, debemos fijarla en nuestro organismo, para lo cual, la ayuda de la helioterapia es importantísima.
En los adultos se llega a producir una fragilidad ósea que facilita la aparición de fracturas ante traumatismos mínimos. En conclusión, además de ayudarnos en este tipo de problemas, la helioterapia es un gran auxiliar, en una amplia gama de trastornos del comportamiento psicológico como son; la neurosis, la depresión, la ansiedad e incluso el insomnio, que pueden mejorar muchísimo durante las curas con la helioterapia a nivel del mar, ya que el Sol es también muy importante para la regulación del sistema nervioso vegetativo y para la producción de muchas hormonas, cuya elaboración depende de glándulas fuertemente influidas por la alternancia de ciclos de luz y oscuridad. La falta de luz solar también influye en el carácter de las personas, y en su humor, habiéndose observado una mayor tendencia a las depresiones entre las personas que viven en zonas del planeta que reciben poca luz solar, o donde predomina el mal tiempo.
La importancia que tiene el sol para la vida en nuestro planeta es indiscutible, ya que de su energía dependemos todos los seres vivos. Las plantas lo usan verdaderamente para poder realizar la función fotosintética, y los animales, racionales e irracionales, necesitamos a las plantas para poder respirar y vivir. De igual forma, los ciclos de luz y oscuridad, regulan las funciones de los organismos vivos, siendo el Sol directamente el responsable de este proceso y del clima. Por todo lo anterior y sin lugar a dudas, el sol es una excelente arma terapéutica.
La exposición de la luz solar sobre la piel produce la dilatación de los vasos sanguíneos que se encuentran situados inmediatamente por debajo de ella. Tenemos entonces que el primer efecto ante la exposición al Sol, consiste de un enrojecimiento de la piel seguido de proyección de calor en las partes expuestas, a esto se le conoce como eritema solar. El tiempo que toma para aparecer es variable, y depende específicamente de la intensidad de la luz solar a que se haya expuesto y al tipo de piel de cada persona. (por lógica, aparecerá antes en pieles blancas que se han expuesto menos al sol ) Inmediatamente después de la fase llamada “eritema”, si continuamos con la exposición al sol, pueden empezar a producirse quemaduras básicamente, con formación de ampollas rellenas de líquido y con toda seguridad, posteriormente, la pérdida de la capa superficial de la piel.
Contra lo anterior, y como defensa del organismo, la piel se protege de la exposición al Sol, acrecentando su pigmentación mediante la producción de melanina, sustancia elaborada por células especiales, que se encuentran en una de las capas intermedias de la piel, lo que provoca que aparezca progresivamente el color “moreno” que todos conocemos y que algunos desean tener en su piel para “lucir” mejor.
Con el fin de evitar la aparición de quemaduras en este proceso, la exposición al Sol debe ser paulatina y progresiva, durante sesiones muy breves en los primeros días y preferentemente en las primeras o últimas horas del día, cuando la intensidad y la fuerza de la radiación solar es menor. Durante las siguientes sesiones se puede aumentar el tiempo de la exposición, ya que la piel ha obtenido la posibilidad de prepararse mediante el inicio de la producción de melanina.
En estos tiempos, desgraciadamente, el sol y las radiaciones ultravioleta son censuradas, criticadas y puestas en duda, debido principalmente al abuso que se ha hecho de ellas y a los dañinos efectos que pueden producir en la piel, si estas radiaciones se reciben en exceso y sin la debida protección.
Escribe: María Teresa Suárez Santos. Licenciada en Ciencias de la Información, Unviversidad Complutense de Madrid. Diplomada en Comunicación Científica, U. Pompeu Fabra, Barcelona. Miembro de la Asociación Española de Periodismo Científico.
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